12/5/10

IGNACIO Y MARX



 José Rafael Revenga 
Abril 12, 2010
  “le pere Calvez” -el padre Jean-Yves Calvez-. Durante casi 55 años, a raíz de la publicación de su amplio y detallado volumen “El Pensamiento de Carlos  Marx” (París, 1956), los estudiosos serios del marxismo y del pensamiento social de la Iglesia se referían de tal manera,  llena de admiración y respeto personal e intelectual, al estudioso jesuita.
Aún hoy, cuando el  socialismo utópico engendrado por la apelación a esa ideología ha brindado todas las pruebas que su única materialización histórica es el totalitarismo monopersonal, el análisis crítico por parte del padre Calvez permanece como la exposición más objetiva  del pensamiento del alemán la cual, paradójicamente, conduce a su desmantelamiento “ex radice.”
Desde ese lapidario texto, escrito a sus 29 años cuando estudiaba teología en Chantilly y un año antes de ordenarse sacerdote, Calvez enseña que no se requiere un esfuerzo de demolición ideológica ni de hostilidad doctrinal para hacer colapsar  un edificio conceptual labrado en dos décadas de aislamiento casi monacal en la British Library. Sus cimientos de mampostería conducen a su auto-destrucción.
El teórico marxista francés Henri Lefebvre opinó en aquel tiempo que era curioso que las dos mejores obras interpretativas sobre Karl Marx habían sido escritas por dos jesuitas: Henri Chambre (Le marxisme en Union soviétique: idéologie et institutions, 1955) y Jean-Yves Calvez. Efectivamente, la lectura de la obra de Calvez fue recomendada en el seno del Partido Comunista Soviético  en lugar de “Manuales”  plúmbeos tales como los de Otto Kuusinen, Georges Politzer y tantos otros catecismos.
Jean-Yves Calvez destelló por su carácter reservado, propio de los bretones, y por  su afabilidad con  amigos y extraños. Ni para bien ni para mal nunca se le incluyó en el grupo estelar de sus colegas teólogos.  El reconocimiento del Vaticano siempre fue extrañamente silencioso  a pesar de ser un consultor muy apreciado de numerosos obispos franceses, italianos y norteamericanos. Sin embargo, en Francia, Argentina, los Estados Unidos, Rusia, China, Vietnam y en un centenar de otros países a los cuales llevó sus conocimientos, se le trataba con plena reverencia espontánea.
 CALVEZ EN CARACAS
El pasado domingo de Ramos frecuenté con un amigo una discreta tasca vasca en los Palos Grandes, cuyo jerez es superado sólo por la amenidad de la conversación con el anfitrión.  Éste nos informó, casi “per accidens”, de la desaparición súbita del “pere Calvez”, a sus 82 años, el pasado lunes 11 de enero en París. Tres días después sus hermanos en la Orden celebraron una misa en la iglesia de San Ignacio en 33 rue de Sevres , cerca de Saint-Sulpice, en la cual él había predicado su último sermón en noviembre de 2009.
La noticia de inmediato me hizo rememorar mi primer encuentro con “le pere Calvez” cuando, en compañía de mi señora, lo visité alrededor del 20 de diciembre de 1963 en su “bureau d´études” en la rue d´Assas a fin de invitarlo a participar como conferencista en un simposio por organizarse en Caracas ese próximo año. Afortunadamente, “le pere Calvez” estuvo con nosotros en dicho evento, celebrado a mediados de julio de 1964, al cual asistió igualmente el padre L.-J. Lebret entre otros pensadores de la condición humana en sociedad. Extra muros pude organizar una reunión informal con varios pensadores colegas de la Escuela de Filosofía de la UCV. Recuerdo, entre otros, la presencia de los profesores Juan Nuño, Federico Riú y Julio Pagallo. Todos ellos estudiosos del marxismo. La conversación se prolongó por más de un par de horas y giró, si los nubarrones de la memoria me lo permiten recordar, en torno a una auto-crítica interna del marxismo.
“DAS KAPITAL”: NECESARIO PERO INSUFICIENTE
Su pensamiento se centró en tratar de conciliar en términos de “praxis”, de acción terrenal, dos exigencias que se presentan como contradictorias en su realización histórica: ¿Cómo aspirar a un bien común   de las personas sin desconocer y esclavizar su  afán de libertad que las impulsa a establecer su relación con el otro? Y al mismo tiempo, ¿Cómo celebrar la primacía de la libertad  sin desinteresarse de las condiciones objetivas que impiden que grandes mayorías accedan a ella en la concreción de sus vidas cotidianas?
Su pensamiento siempre fue directo, sin ambages. Quizás esto fue la causa principal de que Roma no  lo hubiese considerado como “peritus” oficial en materia de sus reflexiones económicas y sociales. Durante demasiados años, la institucionalidad presentó una vaporosa “tercera vía” la cual terminó por quedarse en un limbo de chicha y nabo. 
Calvez afirma sin escrúpulos: “el progreso económico se debe a la acumulación de instrumentos de producción, que uno llama “capital”. El “capital”  ¿debe concentrarse en pocas manos o, al contrario, debe ser repartido en muchas? Este es otro tema sobre el cual uno puede discutir. Pero, en todo caso, es el capital el que permite un crecimiento de la producción y por lo tanto, un mejoramiento –bien o mal distribuido- de los niveles de vida.”  
Es tenido por perogrullada que la historia es tornadiza y levantisca. Esto no disminuye el impacto colosal de sus rebeldías.  Así la materialización histórica de la realidad ha resultado que en la cuna inicial de la aplicación de uno de tantos marxismos–y hay que recordar que Marx declaró una y otra vez “yo no soy marxista”- se ha generado un “capitalismo salvaje”.
En otras latitudes y longitudes, llenas de sabiduría confuciana o profética, se experimenta un “capitalismo controlado” bien sea por un partido único bien sea por dinastías monárquicas. En otras naciones el “capitalismo clásico” obliga a los Estados a iniciar estudios toxicológicos. Por último, fiel a la máxima de no dejar realidades engavetadas, hay que inventariar un denominado “marxismo” tropicalizado con una fuerte dosis de realismo mágico  que parece más propio al de un mago que no logra sacar la liebre de su pumpá.
CALVEZ Y ARRUPE
El padre Pierre de Charentenay, s.j., redactor jefe de la revista ''Etudes'', una de las revistas culturales mensuales de mayor circulación en Francia y de la cual  Calvez fue director desde 1989 hasta 1995 y colaborador hasta sus últimos días, opinó: “Estamos consternados por que él era uno de nosotros con quien nos sentíamos más próximos. El acostumbraba viajar a Argentina todos los veranos para dar conferencias y cursos.  Conocía a todos los responsables de la iglesia ortodoxa  en Moscú a los cuales visitaba con frecuencia…. Su pensamiento tenía una gran repercusión intelectual en la Iglesia…fue un gran servidor de la Compañía de Jesús ya que él fue el provincial de la Orden en Francia a partir de 1967 por cuatro años y después asistente en Roma del  Padre General  Pedro Arrupe s.j.  desde 1971 a 1983 en situaciones difíciles dado el debate entre Pablo VI y los jesuitas de la época.”

Calvez colaboró con Arrupe  -electo Superior General en 1965-  de manera determinante en ocasión de la Congregación General de la Orden #32 la cual fue convocada  en Roma a principios de diciembre de 1974. Las deliberaciones de los 236 miembros se extendieron  hasta los primeros días de marzo de 1975. De ella emanó el documento brújula “Fe y Justicia”. Existe un libro testimonial de Calvez sobre su Superior : El padre Arrupe, la Iglesia después del Concilio” y cuatro videos realizados el 29 de septiembre del 2006 en la Universidad de Georgetown en ocasión del  centenario del nacimiento de Arrupe en los cuales Calvez comenta el liderazgo de Arrupe. Calvez fue miembro de la Junta Directiva de esa universidad a partir de 1997 hasta el 2003.

PRO MEMORIA

Su compañero el teólogo Henri Madelin  s.j. al rememorar  al “pere Calvez” se pronunció: ¿Cómo describir esa simplicidad  acogedora jamás vestida de la suficiencia de los poderes que él ejerció y frecuentó a lo largo de los años? ¿Cómo no evocar su manera de estar  en  los puestos de vanguardia de la humanidad, en la variedad caleidoscópica de los pueblos sin cesar de   estar pendiente del surgir de las auroras.”
  
Otro colega, Andrew Hamilton s.j., profesor en Georgetown, expresó: “Nunca se entrampo en la polémica o en la negación, siempre estuvo dispuesto a entablar conversaciones con  gente con la cual estaba en desacuerdo. Las veía como personas y no como ideologías ambulantes.”

 La revista “Criterio” de Argentina le dedica varios artículos “in memoriam”. En uno de ellos encuentro este perspicaz y fiel comentario sobre el “pere Calvez”:

“Para sus amigos de aquí era un franco-argentino. Vino por primera vez hace medio siglo. En las dos últimas décadas permanecía un mes todos los años, dando cursos y conferencias en Buenos Aires, San Miguel y el interior. En una ocasión le pregunté: ¿De dónde vienes? De China, me respondió. ¿A dónde irás? A los Estados Unidos, añadió. Para recibirlo comprábamos una variedad de quesos y un buen vino, que nos ayudaban a conversar largas horas, en compañía de Fernando Storni –de nuevo juntos en el cielo– y de otros amigos del CIAS, el Centro Social de entonces. Pero no hasta muy tarde, porque a las seis de la mañana salía a trotar por las calles del barrio de Belgrano, en pleno invierno.”

“En la historia de la Iglesia quedará como uno de los grandes pensadores que abrieron horizontes conciliares en doctrina social, similar a Karl Rahner en teología. Lo que significó Teilhard de Chardin para la relación entre la fe y las ciencias de la naturaleza, lo fue Calvez para la relación entre la fe y las ciencias sociales.”

PENSAMIENTO Y ACCIÓN

Revitalizó las Semanas Sociales que la Conferencia Episcopal  de Francia organizaba cada año después de la II Guerra pero las cuales habían perdido proyección. Fue miembro intensamente activo de los centros de investigación, enseñanza y acción social de su orden tales como la Facultad de Filosofía de los jesuitas en Francia, el CERAS y el Centre SEVRES. Impulsó, dirigió y colaboró con las revistas “Projet” y “Etudes” de proyección internacional. A petición del Cardenal Lustiger de París fue el conferencista durante la cuaresma en la catedral de Notre Dame desde 1985 hasta 1987.

Su profusa producción editorial incluye:L’Église devant le libéralisme économique” (1994), “Socialismes et marxismes” (1998),"Les silences de la doctrine sociale catholique"  (1999),"Eglise et économie: la doctrine sociale de l'Eglise" (1999), "Compagnon de Jésus: un itinéraire" (2000), "Changer le capitalisme" ( 2001), "La pensée politique des historiens allemands au XIXe siècle" (2001),« L’horizon du nouveau siècle » (2004),”Marx et  le marxisme” (2006) y “Petit dictionnaire de la mondialisation” (2008).

El 27 de enero  del 2009, Calvez presentó  en el Centre Sevres en Paris el  tercer volumen de su obra “Pensadores cristianos de lo social” titulado “Después del Concilio, después del ´68” (1968-1988). La trilogía incluye también el tomo 1 dedicado a Maritain, Mounier, Fessard, Teilhard de Chardin y de Lubac aparecido en el 2002 así como el tomo 2 “Después de la Guerra” del 2006.

En ese evento Calvez expuso: “Simplemente tuve ganas de  sacar a la luz pública los contenidos de pensamientos autónomos  en torno a un gran  tema: lo “social”, autónomos en relación al pensamiento católico oficial, algo obsoleto y autoritario. He querido mostrar que existen pensamientos católicos sociales libres  nutritivos para la misma doctrina oficial.”

A fines de diciembre del 2009, Calvez dirigió para el CERAS  la puesta al día de los dos volúmenes de “La Iglesia y la sociedad económica” originalmente publicado en colaboración con su colega J. Perrin en 1959 y 1963. El  nuevo título de este compendio de unas 800 páginas de documentos, introducidos y comentados por Calvez,  es: “El discurso social de la iglesia católica.”

En una época en la cual casi se decreta leer a Marx a diario, no es desaconsejable  iniciar dicha exigente faena con el libro de Calvez. Así terminaríamos con Marx una vez por todas. Después encararíamos los marxismos transformados en recetas publicitarias.









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