17/10/10

MARIO Y LA CARTA MAGNA DE LA LIBERTAD


MVL en la rueda de prensa convocada  horas despues de haber sido notificado sobre su designación como Premio Nobel de Literatura 2010 (Octubre 7, 2010)

José Rafael Revenga                                      Octubre 18, 2010


El 10 de diciembre próximo, MVL, trajeado en frac, recibirá de manos del Rey de Suecia, junto a los otros galardonados en diferentes disciplinas que puedan asistir a tan digna ceremonia, el Premio Nobel 2010 de Literatura. El protocolo exige dos pronunciamientos públicos por parte de los galardonados: el discurso, más bien breve y de ocasión, en el banquete ofrecido esa noche por Su Majestad y, en ocasión diferente, un discurso formal frente a un amplio público el cual puede  tener lugar un par de días antes de la ceremonia oficial o, en todo caso, antes de los seis meses de haber sido conferida la excelsa distinción.  Esta “address” suele tener lugar en el mismo Estocolmo a los dos o tres días de la primera circunstancia. 
City Hall de Estocolmo en cuya sede se celebra el Banquete presidido por el Rey  y la ceremonia
de entrega de los Premios Nobel salvo el de la Paz
LA LIBERTAD COMO BRÚJULA

Al encarar el desarrollo y la redacción del discurso requerido,  MVL  enfrenta  un desafío sin horizontes que le exigirá profundas re-flexiones sobre su vida, su obra literaria multiversal y las raíces más profundas de sus pensamientos previos como escribidor de la libertad.  Se trata, a simple vista, de imbricar una pieza que supere ampliamente los límites de una conferencia para intentar convertirse en una comunicación “urbi et orbe” sobre los derroteros a  seguir por la humanidad a principios de un nuevo devenir secular. Sin riesgo a equivocarme, me atrevo a describirlo como “la Carta Magna de la Libertad para nuestros tiempos y aquellos  por venir”.

No pocos opinaran que semejante abordaje  herculeano no puede ni debe ser asumido por persona alguna. Es fácil estar de acuerdo con dicha postura. Sin embargo, hay que “salvar la circunstancia” como diría Ortega o como alguna vez pronunció y siempre ejemplificó Juan Belmonte: "no te quitas tú ni te quita el toro si sabes torear".

Entrega del Premio Cervantes a Vargas Llosa (1994)



LOS PREDECESORES

Cinco  autores latinoamericanos han precedido a MVL en recibir el Premio. Ellos, quienes encararon similares aprietos abrumadores, han dejado trazada la ruta para la consideración de un conjunto de temas muchos de los cuales embestirán la atención del más reciente aureolado. En orden cronológico inverso: Octavio Paz (1990), Gabriel García Márquez (1982), Pablo Neruda (1971), Miguel Ángel Asturias (1967), Gabriela Mistral (1945). Con toda certeza, MVL los tendrá en su ánimo en un nuevo gélido 10 de diciembre en la capital sueca y con sobrada razón pudiera llegar a rememorar la afortunada frase atribuida a un autor del siglo XII:

"Si pude ver más lejos que mis predecesores, fue porque ellos, gigantes de talla, me levantaron sobre sus hombros".

 TEMAS COMUNES, ENFOQUES DIVERSOS

En los cinco predecesores abundan temas comunes: la creación literaria como tal, la naturaleza propia de la literatura iberoamericana, la exaltación de lo propio, el encuentro con una pobreza imperiosa y la responsabilidad del pensador u hombre de letras. Los enfoques son disímiles –no se puede esperar otra cosa de gente tan talentosa-. A  menudo hay posiciones enfrentadas. Todas ellas le servirán a MVL como focos esclarecedores  de la realidad real por descifrar y por enrumbar las más de las veces con el genio del cuentero de ficciones. La ficción, lejos de servir de escapismo de una realidad negatoria de opciones, es el vehículo visualizador de un “ideal” realizable y demoledor de estructuras opresoras de la libertad.

Los premiados anteriores hacen suyos enfoques diferentes en sus “lectures”:

  • Paz expone en “La búsqueda del presente” sus reflexiones sobre la literatura  latinoamericana y la meta-historia de los pueblos americanos y de la equivocada búsqueda de nuestro presente en otras latitudes.

  • García Márquez, en “La soledad de América Latina”, se concentra en un panegírico denunciador de la “realidad descomunal, desaforada y demente” de la región. 

  • Neruda, en “Hacia la ciudad espléndida”, opta por una maravillosa serie de metáforas poéticas sobre su larga jornada personal para conquistar el calificativo de “poeta”. 

  • Asturias es otra voz, diferente a las anteriores. En su Nobel lecture, “La novela latinoamericana. Testimonio de una época” , insiste en la transformación de “nuestra novela en vehículo de ideas, en intérprete de pueblos usando como instrumento un lenguaje con dimensión literaria, con valor mágico imponderable y con profunda proyección humana”. 

  • De Gabriela Mistral sólo contamos con un breve reconocimiento a sus anfitriones nórdicos en el banquete oficial pues en aquellos tiempos  no se preveían las “lectures”.

Es curioso y me llena de perplejidad constatar que las “lectures”, verdaderas “profesiones de fe” de los mejores talentos literarios de cada época, no hayan gozado de mejor atención editorial. Su difusión ha sido muy limitada y pocas veces encuentran sitio en las ediciones completas de sus autores. Sin embargo, algunas han sido clarinadas con resonancias que continúan reverberando en las existencias humanas. La de MVL ha sido convocada para ser miembro de ese coro de la “soledad sonora”.

Pudiera ser del interés del lector rumiar sobre algunas de las reflexiones  -artificiosamente extraídas- de los premiados latinoamericanos, antecesores y colegas existenciales de MVL, en sus “discursos en Estocolmo”:

OCTAVIO PAZ (1990)
"En primer término: está en entredicho la concepción de un proceso abierto hacia el infinito y sinónimo de progreso continuo. Apenas si debo mencionar lo que todos sabemos: los recursos naturales son finitos y un día se acabarán. Además, hemos causado daños tal vez irreparables al medio natural y la especie misma está amenazada. Por otra parte, los instrumentos del progreso - la ciencia y la técnica - han mostrado con terrible claridad que pueden convertirse fácilmente en agentes de destrucción. Finalmente, la existencia de armas nucleares es una refutación de la idea de progreso inherente a la historia. Una refutación, añado, que no hay más remedio que llamar devastadora.
 En segundo término: la suerte del sujeto histórico, es decir, de la colectividad humana, en el siglo XX. Muy pocas veces los pueblos y los individuos habían sufrido tanto: dos guerras mundiales, despotismos en los cinco continentes, la bomba atómica y, en fin, la multiplicación de una de las instituciones más crueles y mortíferas que han conocido los hombres, el campo de concentración. Los beneficios de la técnica moderna son incontables pero es imposible cerrar los ojos ante las matanzas, torturas, humillaciones, degradaciones y otros daños que han sufrido millones de inocentes en nuestro siglo.
 En tercer término: la creencia en el progreso necesario. Para nuestros abuelos y nuestros padres las ruinas de la historia - cadáveres, campos de batalla desolados, ciudades demolidas - no negaban la bondad esencial del proceso histórico. Los cadalsos y las tiranías, las guerras y la barbarie de las luchas civiles eran el precio del progreso, el rescate de sangre que había que pagar al dios de la historia. ¿Un dios? Si, la razón misma, divinizada y rica en crueles astucias, según Hegel. La supuesta racionalidad de la historia se ha evaporado. En el dominio mismo del orden, la regularidad y la coherencia - en las ciencias exactas y en la física - han reaparecido las viejas nociones de accidente y de catástrofe. Inquietante resurrección que me hace pensar en los terrores del Año Mil y en la angustia de los aztecas al fin de cada ciclo cósmico.


Y para terminar esta apresurada enumeración: la ruina de todas esas hipótesis filosóficas e históricas que pretendían conocer las leyes de desarrollo histórico. Sus (reyentes, confiados en que eran dueños de las llaves de la historia, edificaron poderosos estados sobre pirámides de cadáveres. Esas orgullosas construcciones, destinadas en teoría a liberar a los hombres, se convirtieron muy pronto en cárceles gigantescas. Hoy las hemos visto caer; las echaron abajo no los enemigos ideológicos sino el cansancio y el afán libertario de las nuevas generaciones. ¿Fin de las utopías? Más bien: fin de la idea de la historia como un fenómeno cuyo desarrollo se conoce de antemano. El determinismo histórico ha sido una costosa y sangrienta fantasía. La historia es imprevisible porque su agente, el hombre, es la indeterminación en persona".






GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1982)



"América latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural.

¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?

No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

PABLO NERUDA (1971)

“Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanzas solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, qué sería de mí si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquier forma al pasado feudal del gran continente americano? Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país? Hay que mirar al mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se nieguen a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos”.

MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS (1967)

Nuestros libros no llevan un fin de sensacionalismo o truculencia para hacernos un lugar en la república de las letras. Somos seres humanos emparentados por la sangre, la geografía, la vida, a esos cientos, miles, millones de americanos que padecen miseria en nuestra opulenta y rica América. Nuestras novelas buscan movilizar en el mundo las fuerzas morales que han de servirnos para defender a esos hombres.


Está ya avanzado el proceso de mestizaje de nuestras letras al que correspondía en el reencuentro americano dar a su grandiosa naturaleza una dimensión humana. Pero ni naturaleza para dioses como en los textos de los indios, ni naturaleza para héroes como en los escritos de los románticos, naturaleza para hombres, en la que serán replanteados con vigor y audacia los problemas humanos.


Aunque como buenos americanos nos apasiona la bella forma de decir las cosas, cada una de nuestras novelas es por eso una hazaña verbal. Hay una alquimia. Lo sabemos. No es fácil darse cuenta en la obra realizada del esfuerzo y empeño por lograr los materiales empleados, palabras. Sí, esto es, palabras, pero usadas con qué leyes. Con qué reglas. Han sido puestas como la pulsación de mundos que se están formando. Suenan como maderas. Como metales. Es la onomatopeya. En la aventura de nuestro lenguaje lo primero que debe plantearse es la onomatopeya.


Cuántos ecos compuestos o descompuestos de nuestro paisaje, de nuestra naturaleza, hay en nuestros vocablos, en nuestras frases. Hay una aventura verbal del novelista, un instintivo uso de palabras. Se guía por sonidos. Se oye. Oye a sus personajes. Las mejores novelas nuestras no parecen haber sido escritas sino habladas. Hay una dinámica verbal de la poesía que la misma palabra encierra, y que se revela primero como sonido, después como concepto.


Por eso las grandes novelas hispanoamericanas son masas musicales vibrantes, tomadas así, en la convulsión del nacimiento de todas las cosas que con ellas nacen”.

GABRIELA MISTRAL (1945)

     “Verde patria que me llama
      con largo silencio de ángel
      y una infinita plegaria 
      y un grito que todavía 
      escuchan mi cuerpo y mi alma”.
(Patagonia, la lejana)

ALBERT CAMUS: "DISCOURS DE SUEDE"


Quizás el “discurso de Suecia” que haya tenido mayor éxito editorial es el de Albert Camus (Nobel de Literatura 1957). Publicado por Gallimard -la misma editorial francesa de las obras de MVL- supera las 26 ediciones  en su idioma original. Camus cumple con la rutina protocolar y el 10 de diciembre de 1957 pronuncia unas palabras formales al final del  banquete de premiación. Su contenido  rebosa ampliamente los límites convencionales.
El Gran Anfiteatro de la Universidad de Uppsala, espacio formal para los discursos de los premiados Nobel
Cuatro días más tarde, Camus discurre magistralmente sobre El artista y su tiempo en el anfiteatro de la Universidad de Uppsala. Es una de las 100 mejores universidades del mundo y es el escenario tradicional  en el cual los ganadores en las diferentes disciplinas del Premio pronuncian sus discursos. El de Camus  es un testimonio cuya estructura es fiel a lo que debe ser dicha “lección” pero surge de una reflexión personal desde la profundidad de sí mismo. Allí la razón de su perdurabilidad.  Las dos intervenciones han sido reunidas en un solo libro titulado “Discours de Suede”.

Es imposible enumerar adecuadamente las influencias y las predilecciones que inciden sobre la formación de un escribidor. Pero  una lista muy reducida de las empatías regenadoras de MVL, tiene que incluir a William Faulkner  (Nobel  de Literatura 1949), Jean-Francois Revel y Albert Camus (Nobel de Literatura 1957).


Muy probablemente, la que se hará sentir con primacía el próximo 13 de diciembre en la atmósfera del Gran Anfiteatro y su público expectante por escuchar por primera vez la “Carta Magna de la Libertad” en la voz de MVL, será la de Camus cuyos pensamientos permanecen como ecos inextinguibles en dicho recinto y fuera de él:

“Cualesquiera sean las obras del porvenir, ellas siempre llevarán el mismo secreto, tallado por el coraje y la libertad, alimentado por la audacia de millares de artistas de todos los siglos y de todas las naciones.

Sí; cuando la tiranía moderna nos muestra que, mismo amurallado en su oficio, el artista es el enemigo público, ella tiene razón. Pero de tal manera, ella homenajea, a través él, a una visión del hombre que nada hasta ahora ha podido aplastar”. 

ALBERT CAMUS RECIBE PREMIO NOBEL, 1957






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