Retrato de José Rafael Revenga (1786 -- 1852) |
José Rafael Revenga Agosto 27, 2017
En primer lugar una aclaratoria, ciertamente innecesaria. Cualquier coincidencia entre quien escribe y la persona a la cual me refiero principalmente en el relato a continuación es sólo el desprendimiento azaroso de una hilacha del ADN del abuelo a lo largo de cuatro generaciones.
Mi
reconocimiento a quienes me han hecho
conocer al abuelo: Mauro Páez Pumar, Manuel Pérez Vila, Augusto Mijares, Pedro Grases,
German Fleitas, Simón Alberto Consalvi y Carlos Hernández Delfino.
Mi
agradecimiento sin medida a “don Pedro”, el profesor Grases, quien desde sus
clases en secundaria me hizo conocer y valorar La Generación de la Independencia.
La
Generación de la Independencia es aquella constelación de
ciudadanos excepcionales que en una Caracas de menos de cuarenta y cinco mil
habitantes y en escasos veinte años -de 1810 a 1830- lograron una hazaña que
todavía hoy nos resulta casi inverosímil.
Entre otros: Roscío,
Mendoza, Peñalver, Gual, Tovar, Vargas, Revenga, Cajigal, Sanz, Zea, Ustáriz, Urbaneja, Palacio y obviamente Bolívar.
Me permito referir dos anécdotas:
En la primera, me remonto al 5 de julio de 1827. En esa
calurosa mañana, Simón Bolívar, quien había
llegado a Caracas hacía unos seis meses acompañado por José Rafael
Revenga como Secretario General y había pasado la noche en la Quinta Anauco, asciende, junto con Revenga, el Ávila. Antes
de partir, Bolívar nombra a Páez jefe
superior del Departamento de Venezuela.
Al salir de la Quinta
Anauco Bolívar y Revenga pasan primero
por los restos de la iglesia de la Santísima Trinidad. Continúan por la
cercanía de la iglesia de La Pastora y luego al cruzar la Quebrada de las Canoas
escogen la trocha a la izquierda y remontan por el neblinoso Camino de los Españoles.
Ambos se dirigen al puerto de La Guaira sobre unas buenas mulas. Tomarán unas tres horas para recorrer los 17 kilómetros. Luego embarcan en una goleta que zarpa hacia Cartagena la cual tomaría unos tres días en llegar al destino.
En lo alto de una colina, muy cerca de los llamados "castillos de la cumbre", seguramente el de San Joaquín- los dos amigos detienen su caminar a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Bolívar dirige su mirada por última vez a su ciudad natal. Había regresado a ella en enero de 1827 después de una ausencia de cinco años.
En la víspera de su partida Bolívar había pronunciado su última proclama en Venezuela en la cual afirmó:
El Libertador nunca mas regresaría en vida a su Patria. El 16 de diciembre de 1842 sus restos mortales remontaban el Camino en sentido contrario a bordo de una carreta.
Ambos se dirigen al puerto de La Guaira sobre unas buenas mulas. Tomarán unas tres horas para recorrer los 17 kilómetros. Luego embarcan en una goleta que zarpa hacia Cartagena la cual tomaría unos tres días en llegar al destino.
En lo alto de una colina, muy cerca de los llamados "castillos de la cumbre", seguramente el de San Joaquín- los dos amigos detienen su caminar a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Bolívar dirige su mirada por última vez a su ciudad natal. Había regresado a ella en enero de 1827 después de una ausencia de cinco años.
En la víspera de su partida Bolívar había pronunciado su última proclama en Venezuela en la cual afirmó:
"Yo he nacido ciudadano de Caracas y mi mayor ambición será la de preservar ese título".Ese mismo día -el 4 de julio- Bolívar se reúne con José María Vargas y Revenga a fin de ultimar los detalles formales para la creación de la Universidad Central. Unos días antes -el -el 24.06- habían redactado los nuevos estatutos republicanos que le otorgaban autonomía y carácter secular y abandonaban la categoría Real y Pontificia de la Universidad de Caracas. Vargas asume el nuevo Rectorado.
El Libertador nunca mas regresaría en vida a su Patria. El 16 de diciembre de 1842 sus restos mortales remontaban el Camino en sentido contrario a bordo de una carreta.
Qué de recuerdos
han tenido que inundar el ánimo de los dos amigos: el encuentro de Revenga con Bolívar
en septiembre de 1814 en Cartagena. De inmediato, Bolívar lo nombra su
secretario y emprenden la campaña por el Magdalena.
Revenga venía de
pasar tres años en los Estados Unidos al ser designado en marzo 1811 como
comisionado del primer Congreso Nacional
junto con Telésforo de Orea a
fin de obtener el reconocimiento estadounidense para la nueva república. En noviembre de 1811 entrega una copia de
la Declaración de la Independencia al presidente James Madison y al secretario
de estado James Monroe en una cena en la Casa Blanca. Con la caída de la
Primera República a mediados de 1812 la misión concluye.
Los desvelos
ocasionados por la puesta en marcha a partir de junio de 1817 del semanario El Correo del Orinoco hecho realidad
gracias a una imprenta traída desde
Trinidad. Revenga asume la dirección de la nueva publicación por varios
meses.
En Angostura el
15 de febrero de 1819 Revenga acompaña a Bolívar en la instalación del Congreso.
Después del
triunfo militar de Bolívar en Boyacá se encuentran los dos amigos de nuevo en Angostura el sábado 11 de diciembre de
1819.
Ese 17 de
diciembre –exactamente once años antes de su muerte- Bolívar proclama la República
de Colombia. El próximo día nombra a Revenga titular de los despachos de Hacienda
y de Relaciones Exteriores.
La lealtad de Revenga
con El Libertador resultaría en su
expulsión del país por oficio del 21 de febrero de 1830 firmado por Miguel Peña, secretario del
interior de Paéz.
Revenga marcha
hacia Curazao y en carta del 26 de marzo se defiende. La condena al exilio se ve reducida y a los seis meses, en
agosto, regresa a su patria.
Hay que tener en
cuenta que Revenga junto con mas de dos mil personas firman el 24 de diciembre
de 1829 la resolución de la asamblea convocada por Páez en Caracas por estimulo
de Bolívar la cual se pronuncia categóricamente por la separación y la soberanía
independiente de Venezuela pero reconocía
a la vez, la jefatura suprema de Bolívar. Vargas, Urbaneja Tovar, Soublette, Sanabria,
Yanez también la respaldan.
Revenga es testigo, el 16 de diciembre de 1842, del retorno de los restos de Bolívar ordenado por el presidente Páez. La próxima mañana son llevados a la iglesia de San Francisco. Habían transcurridos unos quince años y medio desde el última adiós de Bolívar a Caracas y exactamente 12 años de su fallecimiento y 23 años de la fundación de la República de Colombia en Angostura.
La segunda anécdota, si bien es personal, en el hondón de fondo, apunta mas allá, suscita y evoca una dimensión transpersonal.
En 1969, mi hermano José Luis y yo acompañamos a un entusiasta Mauro Páez Pumar a la iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes -reconstruída en 1857 gracias a los esfuerzos del Pbro. Jacinto Madelaine- en la parroquia de Altagracia, en el centro de Caracas para intentar ubicar y desenterrar los restos de Revenga sin la certeza de poder dar con ellos.
Tuvimos que hacer remover un piso de mosaico a la izquierda de la nave central del templo, luego se levantó una gruesa capa de cemento. Dimos con el original piso de ladrillo y sobre él encontramos una pequeña lápida de mármol y detrás de ella una urna. En la inscripción sobre la lápida leímos: "JRR, 9 de marzo de 1852, recuerdo de sus hijos".
Días mas tarde los restos de Revenga fueron trasladados con toda solemnidad y honores al vecino Panteón en ceremonia presidida por el Presidente Rafael Caldera y colocados en el Altar Mayor a un costado y a los pies de Bolívar quien solía decir de Revenga "es mi otro yo". Nuestros padres y esposas nos acompañaban. Asumí la responsabilidad del discurso de orden.
Los ecos de las vidas republicanas de los integrantes de "la Generación de la Independencia" no se extinguen. Muchos de ellos rebotan, reverberan y retumban, para siempre, dentro de las paredes del Panteón.
Resuenan en su soledad para luego irrumpir extramuros, para propagarse puertas abiertas y así rasguean las cuerdas de nuestro subconsciente colectivo en la búsqueda de un nuevo acorde para su música callada.
Bolívar y la Generación de la Independencia -creo que podemos llamarla también con toda propiedad la Generación de la Libertad- nos convocan a que hagamos nuestros los valores que sirvieron de guía para sus acciones:
El arrojo en las contiendas civiles, la lealtad como base de la amistad, la destreza en la práctica del oficio del estadista, el manejo probo de la hacienda pública, el ideario de libertades.
Revenga es testigo, el 16 de diciembre de 1842, del retorno de los restos de Bolívar ordenado por el presidente Páez. La próxima mañana son llevados a la iglesia de San Francisco. Habían transcurridos unos quince años y medio desde el última adiós de Bolívar a Caracas y exactamente 12 años de su fallecimiento y 23 años de la fundación de la República de Colombia en Angostura.
La segunda anécdota, si bien es personal, en el hondón de fondo, apunta mas allá, suscita y evoca una dimensión transpersonal.
En 1969, mi hermano José Luis y yo acompañamos a un entusiasta Mauro Páez Pumar a la iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes -reconstruída en 1857 gracias a los esfuerzos del Pbro. Jacinto Madelaine- en la parroquia de Altagracia, en el centro de Caracas para intentar ubicar y desenterrar los restos de Revenga sin la certeza de poder dar con ellos.
Tuvimos que hacer remover un piso de mosaico a la izquierda de la nave central del templo, luego se levantó una gruesa capa de cemento. Dimos con el original piso de ladrillo y sobre él encontramos una pequeña lápida de mármol y detrás de ella una urna. En la inscripción sobre la lápida leímos: "JRR, 9 de marzo de 1852, recuerdo de sus hijos".
Días mas tarde los restos de Revenga fueron trasladados con toda solemnidad y honores al vecino Panteón en ceremonia presidida por el Presidente Rafael Caldera y colocados en el Altar Mayor a un costado y a los pies de Bolívar quien solía decir de Revenga "es mi otro yo". Nuestros padres y esposas nos acompañaban. Asumí la responsabilidad del discurso de orden.
Los ecos de las vidas republicanas de los integrantes de "la Generación de la Independencia" no se extinguen. Muchos de ellos rebotan, reverberan y retumban, para siempre, dentro de las paredes del Panteón.
Resuenan en su soledad para luego irrumpir extramuros, para propagarse puertas abiertas y así rasguean las cuerdas de nuestro subconsciente colectivo en la búsqueda de un nuevo acorde para su música callada.
Bolívar y la Generación de la Independencia -creo que podemos llamarla también con toda propiedad la Generación de la Libertad- nos convocan a que hagamos nuestros los valores que sirvieron de guía para sus acciones:
El arrojo en las contiendas civiles, la lealtad como base de la amistad, la destreza en la práctica del oficio del estadista, el manejo probo de la hacienda pública, el ideario de libertades.
Con demasiada
frecuencia, y a través de todas las edades de la República, hemos
incumplido con dicha convocatoria. Hemos
sido sordos al llamado.
Hemos reincidido una y otra vez en lo que Arturo Uslar Pietri en su discurso en el Congreso Nacional con motivo del Bicentenario del Nacimiento del Libertador describió como: “No es esto lo que Bolívar hubiera querido.”
Hemos reincidido una y otra vez en lo que Arturo Uslar Pietri en su discurso en el Congreso Nacional con motivo del Bicentenario del Nacimiento del Libertador describió como: “No es esto lo que Bolívar hubiera querido.”
Frente a
ese trágico venir a menos, a ese camino
desandado, a esa incoherencia fundamental, surge, se yergue y se contrapone el
más profundo ser de nuestra gente.
Como el mismo
Uslar lo calificó en otra ocasión:
“Si algo hemos sido es un pueblo que nunca se ha resignado a la injusticia ni ha hecho las paces con la indignidad.”
Entre esas dos dimensiones
bascula la siembra de la Nación. El desenlace entre el rehacer y el deshacer de la República depende
del rumbo que demos a nuestros quehaceres y afanes.
Bolívar y su Generación de la Independencia lo claman sin cesar y nos lo reclaman a bandera
desplegada, a tambor batiente y paso redoblado.
Nota
Grases, Pedro, La Generación de la Independencia, Escritos Selectos, Biblioteca Ayacucho, Caracas (1989)
Nota
Grases, Pedro, La Generación de la Independencia, Escritos Selectos, Biblioteca Ayacucho, Caracas (1989)
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